"Diego Urdiales es torero de Sevilla, aunque Sevilla no lo haya visto. Es torero de Sevilla aunque Sevilla todavía no lo sepa...", como escribiera Lorena Muñoz, en aquel Diego Urdiales. Retrato de Pureza que es como el antiguo testamento de quienes clamaban por Urdiales desde el desierto de otras plazas alejadas del Baratillo. Diego Urdiales con la pureza, la naturalidad y la profundidad de su toreo ha entrado en Sevilla. aquella Sevilla por la que tanto suspiraba desde que escuchó hablar de ella por la boca de su maestro Rafael Guerrero, un sevillano de Arahal que fue banderillero y que entre otras cosas enseñó a Diego que el toreo siempre debe de fluir por las venas aunque sea pintando estuco veneciano. Esa Sevilla que un día pesó mucho más, desde que fue señalado por el Faraón y de la que hasta ahora sólo nos había quedado el perfume de su toreo en contados detalles cuyo máximo premio fue alguna que otra vuelta al ruedo. Pero estaba por llegar el día en que Urdiales rompiera las costuras de Sevilla, tocara su fibra y se le entregara, porque Diego será de La Rioja, pero interpreta y siente el toreo como los hijos de este cahíz de tierra. Porque Diego Urdiales es torero de Sevilla.
Fue con su segundo cuando destapó el tarro de las esencias, dejando claro que el vino de La Rioja no deja resaca si no que riega con odres nuevos la plaza tras la tarde anterior, y lo inició con unas verónicas que traían el aroma del toreo eterno, -¡vaya Feria de capote llevamos!- con el capotito recogido muy en corto, ganándole terreno y saliendo más allá de las rayas. Ya en la muleta, inició el trasteo mandando y corrigiendo la embestida del toro con mando y naturalidad y ya en la segunda serie vibró la plaza que llegaría a su cenit al torear al natural, el pitón que no había sido el menos claro, cuando templó la embestida en una serie soberbia que levantó al personal de los tendidos mientras la plaza crujía. Volvió a la mano derecha y empezó a torear tan despacio que no hubo relojes para la pureza de su toreo y ya con la espada de verdad, dio una serie de naturales de frente que fueron el remate de la obra con la plaza casi convertida en manicomio. Dejó un espadazo, otro más, y ya había pañuelos pidiendo trofeos, que blanquearon los tendidos y que concedieron los dos trofeos. Sevilla ya había visto a Urdiales, siempre sabe esperar a sus toreros y hacerlos suyos y confirmó lo que un día escribió Lorena Muñoz, Diego Urdiales es torero de Sevilla.
Foto: Arjona /Toromedia
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