Sólo quien tiene la moneda en la
mano, puede tirarla al aire y eso fue en cierto modo lo que hizo Rafael Serna,
en una tarde complicada y difícil, en lo sentimental, pero en la que también estaba
en juego su futuro. Cuando ya acabada la corrida, a esa hora en que los vencejos
inician su concierto de cada atardecer, iba el torero bético de la Costanilla
dando la vuelta al ruedo paseando la oreja del sexto con lágrimas en los ojos
-luto en el alma y en el vestido macareno de su alternativa- y con una sonrisa que
delataba muchas cosas, cuando en medio del platillo, alzó el trofeo y lo ofreció al cielo.
Es cierto que la banda de
Tejera había empujado el triunfo con el estreno de los sones del pasodoble
dedicado al padre del torero -nuestro Rafa Serna-y que el cariño de Sevilla también
puso de su parte, pero en el haber del torero queda el pundonor con el que
toreó a su primero, y con el temple que en el sexto le hizo renovar la ilusión
que quizás vimos perdida en algunos compases de la tarde y sobre todo al marrar con la espada en su primero, pero de la mano
de la ilusión siempre viene la esperanza.
A Luis Bolívar el palco le privó de
pasear una oreja del exigente cuarto, sin duda el mejor toro del blando
encierro de La Palmosilla, al que supo tomarle el aire y aunque la faena
fue a menos, la estocada recibiendo de verdad, ponía firma a la actitud que
traía el diestro cafetero, al que la vuelta al ruedo, supo a poco. De Luis
David hay poco que contar en el desierto de trasteos sin emoción, que apenas
encontraban el oasis de algún muletazo suelto de calidad.
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