jueves, 4 de noviembre de 2010

Atardecer marismeño


Tiene la vuelta del Rosario desde la ermita, con la luz del primer atardecer de noviembre, aromas de romería antigua en que por unos minutos, el tiempo justo que separa el Santuario del Real, vuelve el color de lo añejo reflejado en los antiguos bordados y en el verde gastado del Simpecado trianero de nuestros mayores, que trae prendidos, como exvotos, los recuerdos de otros tiempos, sin masificaciones, sin prisas, sólo con esta  misma luz de la marisma, que imaginamos en  aquellas viejas fotografías en que quedaron inmortalizados para siempre los pasajes de aquellos rocíos del ayer, cuando, Triana se encaminaba a lo que entonces se denominaba el rodeo, y  que hoy con los tiempos, ha pasado a llamarse la presentación.
La luz  del día de Todos los Santos, nos ha traído los recuerdos olvidados de tantas cosas, de tantas ilusiones cumplidas, de tantos sueños que aún están por realizar, de tanta vida como, si Dios quiere, nos quedará por vivir, de dar gracias por tantas cosas que disfrutamos día a día, el sueño de lo cotidiano, rutina dichosa a la que en días como hoy nos aferramos; Regina Roris, Ora pro nobis; y hace que  nos deleitemos y de que manera, de este atardecer marismeño, cuando el viejo Simpecado ya se acerca a su Capilla y suena la campana, el sol brilla en el lienzo decimonónico mientras se canta una salve, (luz de Triana, Blanca Paloma...) y se gritan unos vivas, y vuelves la vista atrás y contemplas, el azul del cielo y el resplandor luminoso de la atardecida, de este primer día de noviembre, al que te aferras como si fuera la primera vez.  

(Fotografía:  Fidel Roca)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ooooooleeeeeee...

Juan Antonio ( Amaneceres mios) dijo...

Quien volviera al Rocio de nuestros mayores,de carburos ,de garrafa de vino, de aceitunas gordales y de Blanca Paloma en ermita blanca de cal...Precioso texto.