lunes, 18 de octubre de 2010

Un sueño cumplido


No tenemos noción de la primera vez que entramos en aquel Colegio de la calle San Vicente, pero si tenemos claro que quizás nuestros primeros recuerdos, los más tiernos e inocentes, tienen mucho que ver con aquel Colegio de las Madres Mercedarias de la Asunción.
Pero entre tantas memorias mezcladas con el olor de la plastilina y de los lápices de cera , el baby verde, las meriendas bajo la ojiva escondida, las hojas de la adelfa que servían de cuchillos de piratas en juegos pueriles, la clase de la Madre Mercedes con su eterno acento galleguiño, la seriedad de la Madre Mariluz, el terremoto de la Madre Maria Luisa o la disciplina de la Madre Trinidad siempre endulzada con un caramelo en el momento oportuno, han hecho que a pesar de los años que han transcurrido desde entonces, siempre que volvíamos a pasar por la puerta nos vinieran aquellos recuerdos más tiernos vividos en aquel nuestro Colegio de las Mercedarias.
Por eso, cuando nos enteramos de que la imagen fernandina de la Virgen de la Merced iba a salir a la calle con motivo del cincuentenario del Colegio, de nuestro Colegio, no lo dudamos un instante y buscamos por el soberao el viejo costal y la faja de costalero y nos decidimos a hacer realidad aquel sueño de niño de tardes de mayo con flores a María, de ver en un paso a aquella Virgen tan alta a la que depositábamos aquella nuestra ofrenda de claves 'rosa dulcenombre'.  
Cuando se habla de devociones, no atendemos a polémicas ni a formalismos y como todo en esta vida puede ser mejorable, pero a lo hecho, como dice el refrán, pecho y la frente bien alta.
Por ello sólo nos quedamos con la realidad vivida, sesenta y dos años después de aquella vez que le dio el sol a la imagen fernandina, la misma imagen a la que hace más de treinta años musitábamos nuestras primeras oraciones y que hizo realidad la fantasía de aquel niño de uniforme, pantalón y jersey azul, camisa blanca y corbata escocesa, y que hoy, ya un hombre, padre de familia, cumplió aquel sueño de ser su costalero.
Pero no sólo queda ahí esta historia, nos quedamos  con las sonrisas de nuestras madres, esas que lo vivieron in situ, y aquellas otras que sabemos que lo vivieron desde el cielo junto a su Comendadora, pues sólo allí es donde pueden estar aquellas con las que un día, empezamos a aprender, ese juego maravilloso de la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy emotivo Pepe Luis. Imagino que la sensación habrá sido indescriptible. Un sueño menos por cumplir. Felicidades


Un abrazo




José Ignacio Molina

Pititotis dijo...

Durante 13 años me senté a tu vera.
Durante 13 años te ofrecía mis rezos diarios y junto a mis compañeras entonaba un himno, antes de empezar nuestra rutina de colegio.
Y durante 13 años, cada mes de mayo junto con unos claveles "rosa Dulcenombre" te recitaba el más bello de los poemas que aprendí de una gran señora, una tarde en la plaza más bella.

Pero lo que nunca pude pensar en esos 13 años, ni en mis 31 años de vida es que te encontraría sobre un paso procesionando por las calles de tu barrio, ni si quiera en esos días en que "Mis Madres" dieron cobijo a "Mi Hermandad" en esa hermosa capilla de convento de clausura, mi mente no llegó a abarcar la idea de que le devolvieras algún día la visita. Y mucho menos que entraras a encontrarte con Tu Hijo, el que Todo lo Puede.
Cuántas cosas nos quedan aún por vivir y cuantos sueños que ni siquiera aún sabemos se harán realidad...