La faena de Morante en el Puerto, estaba siendo sencillamente sublime, cargada de barroquismo, de pureza y gracia ante un buen toro, sobrero de Mari Carmen Camacho, que había ido de menos a más y basada en la mano derecha, podía denominarse un retablo de hermosura, en la que hasta la música del pasodoble, la Concha flamenca, acompañaba, porque no se puede torear más despacio y con tanto empaque, tanto que en la Plaza de toros del Puerto, distinta por tantas cosas, "Quién no vió toros en El Puerto...", crujían los olés rotundos, y hasta nos levantaba de nuestras almohadillas, mientras ante nuestros ojos se dibujaban los trazos soñados que iban conformando la faena, de la que ya sólo esperábamos quizás una tanda por la mano izquierda previa al remate con la espada.
Pero todo se fue al garete, porque en un descuido, el toro le pisó la muleta al cigarrero y éste resbaló, lo que hizo que el toro hiciera por Morante corneandólo en el muslo, si bien en un primero momento temimos que también le hubiera hecho daño en el pecho por como lo prendió, y como el torero se quedó hecho un ovillo inerte, mientras las ayudas se llevaban al toro.
La sangre de artista de Morante besó el albero portuense, pero quienes presenciamos in situ, la cogida, nos quedamos en un primer momento conmocionados al ver como se llevaban desmadejado, a este torero que nos ha devuelto la ilusión.
Por ello, tras pasaportar al burel el director de lídia, Julio Aparicio, la plaza entera solicitó los trofeos para quien había trazado esta armonía de la belleza que fue la faena y la había rubricado con la firma de su sangre.
Lástima, que a veces en los palcos presidenciales no haya sensibilidades o éstas las aparquen por sentidos burocráticos o se dejen llevar por absurdos consejos, pues la obra merecía más que la oreja que paseó la cuadrilla a la que se obligó a dar dos vueltas al ruedo.
El percance de Morante viene en un momento que estaba siendo dulce para la carrera del matador, en un mes de agosto en el que iba a torear en numerosas tardes y con compromisos importantes como las dos tardes que está anunciado en Bilbao.
Esperemos, para el bien de la fiesta, que el torero se recupere pronto del percance en todos los sentidos y que pronto volvamos a verlo vestido de luces haciendo ese toreo que sólo los elegidos, como él, pueden ofrecer.
Ánimo torero.
Otrosí: La tarde de Manzanares en el Puerto merece por si sóla unas letras dedicadas para él.La sangre de artista de Morante besó el albero portuense, pero quienes presenciamos in situ, la cogida, nos quedamos en un primer momento conmocionados al ver como se llevaban desmadejado, a este torero que nos ha devuelto la ilusión.
Por ello, tras pasaportar al burel el director de lídia, Julio Aparicio, la plaza entera solicitó los trofeos para quien había trazado esta armonía de la belleza que fue la faena y la había rubricado con la firma de su sangre.
Lástima, que a veces en los palcos presidenciales no haya sensibilidades o éstas las aparquen por sentidos burocráticos o se dejen llevar por absurdos consejos, pues la obra merecía más que la oreja que paseó la cuadrilla a la que se obligó a dar dos vueltas al ruedo.
El percance de Morante viene en un momento que estaba siendo dulce para la carrera del matador, en un mes de agosto en el que iba a torear en numerosas tardes y con compromisos importantes como las dos tardes que está anunciado en Bilbao.
Esperemos, para el bien de la fiesta, que el torero se recupere pronto del percance en todos los sentidos y que pronto volvamos a verlo vestido de luces haciendo ese toreo que sólo los elegidos, como él, pueden ofrecer.
Ánimo torero.
Fotografía: Eva Morales, Toros en el Puerto
1 comentario:
¡Qué lástima! Un traspiés y se cortó en seco el embrujo y el momento mágico, cuando estaba toreando como los ángeles. Así es el toreo.
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