Vuelves como cada año aunque este año seas diferente, distinta, una cuaresma que es cuarentena, y que desgraciadamente no nos dura cuarenta días, pero que a diferencia del año pasado, no estará confinada y nos dejará salir a la calles sabiendo que nada será igual, o quien sabe si quizás peor, ungidos por la nostalgia.
Vuelve el tiempo morado, que este año compartiremos con mascarillas y geles, quedando huérfanos de esos otros olores, de los espartos y la cera virgen, del tarnishield y el prima, del dulce aroma del azahar en la madrugada y el frescor de los claveles, cuando ya todo está dispuesto.
Vuelve la Cuaresma como cada año, mas vuelves distinta a todo lo que conocíamos, descontar las hojas del calendario tienen en esta ocasión la ilusión perdida de la vida que canta por los balcones, del bullicio en la calleja, de la ilusión de ver venir una cruz de guia y del secreto disfrute de ver un paso de palio marcharse...
Vuelve como siempre, pero quizás sea la pandemia la que nos cambia a nosotros y con nosotros la percepción de tu llegada. Por que hoy, como siempre, es un alto en el camino, desde aquellos lejanos días del patio del colegio con el libro del Padre Gutierrez y la imposición de la ceniza cortando una hora de clase o los de aquellas celebraciones ante el Cristo de la Buena Muerte en la Capilla Universitaria.
Hoy nada debe de ser distinto, y por mucho que las circunstancias lo fuercen - incluso hasta el propio rito de la ceniza cambia sutilmente-, toca convivir con ellas, con el reencuentro cotidiano en la intimidad de los templos, sabiendo lo que perdemos pero también lo que conservamos, que dado todo lo que nos ha tocado vivir desde hace un año, no es poco.
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