jueves, 11 de agosto de 2011

No digas que fue un sueño


Pasado el tumulto de la presencia de José Tomás en las Colombinas, que salvó por un lado el abono de la Merced para suerte de la empresa y por otro hizo a la afición choquera ser reina por un día en la información relativa al diestro de Galapagar, que tan alejada está de la escueta información taurina de cada día en cualquier medio de comunicación, incluido Canal Sur, y que por mor de la presencia del mediático en el abono privó de ver a otros toreros junto al Conquero y a nosotros de acercarnos ese lugar tan querido, como es esa ciudad y esa plaza. 
Y así tomamos con más ganas si cabe ir a la Real Plaza del Puerto, donde tuvimos la suerte de asistir a una de esas corridas que permanecerán en nuestra memoria, en una tarde donde disfrutamos -y de que forma- de esos detalles que te hacen paladear una tarde de toros, cuando ya has salido de la plaza y sigues imitando aquellos momentos dando pases al aire en esas calles de ese rincón del sur. Pasan los días y te sigues preguntando si no fue un sueño todo lo que vivimos en aquella plaza de toros, esa misma plaza que en los festejos anteriores y posteriores se vio mucho cemento y que por contra aquel día no cabía un alma más en sus tendidos y gradas, piensas si fueron posibles aquellas verónicas de Morante -sin inmutarse- y aquella media que pareciera que aún se estaba rompiendo sobre el albero del coso portuense. Dudas si no fue un sueño aquel inicio de faena de Morante, o aquel ramillete de naturales, o aquellas tandas con la mano derecha, distintas, tan cargadas de barroquismo, como aquellos ayudados por alto que dió en el quinto, llenando de aroma de toreria- sabor gitano- que bien pareciera que nos reencontraramos con aquellas imagenes sepias del ayer llenas de cante grande y de aromas de la Alameda...
Un sueño del que no quisieramos despertar cuando intuimos al torero, concentrado, como queriendo aislarse de todo, mientras Manzanares daba aquella vuelta al ruedo a su primero y el cigarrero mordía con hambre de toreo grande la esclavina de su capote como queriendo que se abriera la puerta del chiquero y pudiera dar rienda suelta a todo aquello que guardaba en su interior... 
Pasan los días, y cuando piensas en todo aquello que vivimos en aquella plaza de toros, dudas si nada de aquello ocurrió realmente, si la verdad de aquella tarde nunca hubiera ocurrido, si todo aquello fue simplemente producto de nuestra imaginación, o quizás ese sueño lleno de torería del que no quisieras despertar.
Hasta entonces todo había sido normal, desde aquel momento y hasta ahora mismo todo ha sido distinto; ocurrió, porque aquellos retales de torería confeccionaron aquel traje tan bello e hicieron buena aquella frase inmortalizada en el azulejo de la puerta grande que dijera un día el Rey de los toreros: “Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros”.

Fotografía Joserra Lozano/ http://www.decoramaquia.com

No hay comentarios: