martes, 9 de agosto de 2011

La azotea


Esta calor de agosto ha traído el recuerdo de aquella azotea de nuestra adolescencia, noches de veranos ambientadas con la vieja minicadena y el sonido mágico de aquellas cintas de cassette, vuelve a sonar en nuestra memoria el surco del viejo LP de Radio Futura que un día te dejaron con el sonido de Luna de Agosto, pero apenas hay vino disfrazado de sangría en la cubierta de aquel edificio del Núcleo, porque apenas hay edad para contemplar las estrellas y clavar la mirada en la montaña hueca que ilumina el horizonte con la cima de bronce de su Giganta. 
Fiesta de adolescentes, de vasos de plástico, primeras litronas, cubo de sangría llena de tropezones y refrescos comprados en el Coriano, enmparedados de La Piara y medias noches de mantequilla y york, mientras la última luz de la tarde se llena de los sonidos desenfadados de los Hombres G y el marcapasos de Marta, o The Final Countdown de Europe y la La Luce Buona Delle Stelle de un tal Eros que vuelve loca a las niñas, mientras alguien saca de una carátula con funda de plástico, un disco que tiene un patio pintado en la portada donde hay escrito un nombre que no es ajeno a quienes disfrutan de la noche desinhibida y que muy pronto su música será nuestra banda sonora inseparable, suenan risas y cuchicheos, apenas nadie ha llegado a los quince, alguien recorre el prétil como un estúpido poniendo en riesgo mucho más que el buen ambiente que reina entre aquellos niños, suenan, ahora en directo, las cuerdas de una guitarra recién comprada en Casa Damas, los más ambientados cantan y alguien se arranca por sevillanas mientras la vida pasa y las conversaciones de entonces, tan desenfadadas, como aquellas carpetas de colegio, giran en torno a cuestiones que hoy simplemente nos harían sonreir y que entonces vete a saber si no te iría la vida en ello, en el horizonte aljarafeño aún se distinguen los pueblos, mientras alguien busca la complicidad del oscuro castillete para sentir aquella mano que busca las primeras caricias, la niñez se va quedando atrás y la vida empieza a buscar el camino empedrado de la juventud primera que ya aguarda entre los tejados llenos de antenas y en los tendederos donde pronto volaran las faldas tendidas de los uniformes del curso siguiente.

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