Hay veces en la vida en la que aunque todo parezca sobre ruedas, debemos de tomarnos un tiempo de reflexión, o hacer bueno el nombre de aquella novela, barroca y complicada de Luis Martín Santos. Sois muchos los que os habéis preguntado por la falta de entradas en este blog, muchos los que me insistíais por la calle para que compartiera mis sensaciones sobre el famoso indulto de Arrojado en la Maestranza tras la faena de Manzanares; que os contáramos lo que vivimos la tarde del mano a mano de Morante y Manzanares en Jerez de la Frontera o los que echabais en falta los habituales comentarios del Rocío o del Corpus.
Hay tantas cosas que se han quedado en el tintero, desde los indignados del 15 M al triunfo de Juan Ignacio Zoido en Sevilla, desde el ascenso de mi Betis -campeonando en la división de honor donde ha militado estos dos últimos años, porque para cualquier categoría es un honor tener al Real Betis Balompié ya sea el primer equipo o el equipo de benjamines-, los venticinco años de un cantante que para quien esto escribe fue muchas veces más que un cantante de cabecera hasta esa última cántara que derramó agua sobre un jarrillo para beberse la vida... Tantas cosas hemos callado que hasta nos ha venido bien este tiempo de silencio.
Así que hoy, renovado con las ilusiones nuevas que florecen cada día, volvemos a abrir los viejos candados que cerraban los cancelines y volvemos a buscar la senda que dejamos esta primavera.
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