miércoles, 2 de febrero de 2011

Nuestros años irreparables



Las casualidades de la vida, nos han traído de nuevo a la calle Condes de Bustillo, justo a esa misma hora en que la sirena del Patio de Básica -desconozco como lo llamaran ahora, pero para mi generación siempre se llamará así- marcaba la segunda llamada y nos venía a la memoria los recuerdos de aquellas mañanas, frías como las de este invierno, en que formados en el patio recibiamos aquellos Buenos Días cargados de enseñanza que nos preparaban para cada jornada y que siempre culminaban con aquella jaculatoria dedicada a la que siempre fue el Auxilio de nuestras vidas.
Volvían a nuestra memoria tantos recuerdos, tantos compañeros, tantos profesores, que tenían en aquel mismo lugar el eje por el que giraba nuestra existrencia, pues nuestro colegio no era sólo el lugar donde nos formábamos, sino también el lugar donde se fraguaba nuestra vida entre juegos y no sólo de lunes a viernes, pues cada sábado, y casi a la misma hora que entre semana, también nos acercábamos a él para participar de aquel Oratorio Festivo que eran fundamental para nosotros en aquellos años y que hacían buena aquella frase de Manolo 'el Quemao', cuando algunas tardes nos despedía hasta el día siguiente con  un : -Sólo os faltaría traeros la cama...
Todos aquellos recuerdos de nuestros años irreparables nos acompañaban mientras recorríamos la calle Condes de Bustillo camino de San Jacinto, como en aquellos tiempos, dos veces cada día,para acá y dos más para allá, en aquellos por entonces nuestros días triunfales.
La vida pasa, y hoy contemplamos desde la distancia aquellos tiempos, y parece que estamos saboreando la sobrasada de una grande de Juan en aquel ambigú del campo de fútbol, mientras que se acerca el Miércoles de Ceniza y alguien te cuenta que este año saldrá por primera vez en su cofradía, porque que el otro día, en un día de Quinario juró las reglas y tú sabes que este año estrenaras capirote que atrás quedó para siempre la esclavina azul de los navetas, ya pronto nos podrán le ceniza en la iglesia dando el pistoletazo de salida del tiempo que eternamente, igual que hoy, ayer, esperas...
Ya estás a la altura del teatro y echas de menos las bouganvillas, las hiedras y las enredaderas que cubrían la verja del colegio, y ves entreabierta la puerta que da acceso al patio redondo, y a lo lejos ves los azulejos trianeros que visten sus paredes, llenos de citas que más de una vez han sido referente en tu vida. y recuerdas que hace 75 años que se inauguró el colegio, tú que vivistes el cincuentenario de la casa, hace justo venticinco, y entras en la Iglesia y allí te espera Ella, esa que tanto sabe de tus cosas, y que entre tantas devociones va presente en tu cartera, y le das como siempre las gracias por volver a aquel lugar,-Da mihi Animas Caetera Tolle- donde hicieron buena la divisa de los hijos de Don Bosco de formar buenos cristianos y honrados ciudadanos, y que igual que a ti para otros tantos fue mucho más que un colegio, porque aquello realmente era nuestra segunda casa, allí donde se fraguaron, verdad Rafa, nuestros dichosos años irreparables.

2 comentarios:

El Divino CAlvo dijo...

Querido José Luis, te contesto con una del autor de Los años irreparables a esta magnífica entrada:

"Dichosos años aquellos
en que Dios se paseaba
despacio, tomando el fresco".

Hoy, cuando la vida no pasa tan despacio ante nuestros ojos, un escalofrío nos recorre el alma aún cuando escuchamos una sirena de colegio...

Lo dejo en puntos suspensivos porque, de seguir, seguro que la memoria terminará "escogiendo el camino más corto para herirme". Como casi siempre.

Un fuerte abrazo desde el pasado de un patio porticado.

Rafael.

Paco Martínez dijo...

Si señor, me enorgullezco de llevar, la divisa, como tú dices, de los Salesianos de Triana...