Confieso que no tengo memoria para recordar la primera vez que entré en su Templo, hoy Basílica, quizás por que la primera vez que entré en su Casa lo hice en los brazos de mis padres cuando apenas contaba algunos días de vida, quizás mis padres fueran dos de esos cuatro a los que el (im)pertinente entrevistado, Pedro G. Romero, se refería en su entrevista del Diario de Sevilla de hace algunas fechas cuando comentaba: Cuando yo llegue a Sevilla, [ ...] Al Gran Poder iban a verlo cuatro.
Quizás este artista, tampoco se refiera a aquellos devotos del Señor a los que conocimos vistiendo su hábito, camisa morada y cordón amarillo al cuello, y que entre los muchos que tratamos por su importancia en nuestra vida -muchos más del número de cuatro-, destacaremos a dos Manolos, a Carmona y a 'El Quemao', con lo que ya entonces tenemos a otros dos, y como la suma no engaña dos y dos son cuatro...
Más de cuatro había, en aquel fogonazo que a manera de recuerdo borroso viene a nuestra memoria de aquel día en que por Condes de Barajas venía su túnica morada confundiéndose con la luz de la tarde en el que quizás es nuestro primer recuerdo especial del Señor en nuestra vida, o aquel otro recuerdo imborrable de cuando apenas un adolescente de la mano de nuestro padre metimos apenas el hombro en su parihuela cuando el Vía Crucis del 86, en el que le puedo asegurar al señor G. Romero no eran precisamente cuatro los que rodeaban su paso.
Como nunca conocimos sólo a cuatro llegando cualquier viernes a San Lorenzo para depositar un beso en su talón y musitar una oración...
Creo que es muy fácil caer en la provocación y hablar de cuatro, cuando se habla del Señor, ese que se sucede en los azulejos de las casas de Nervión, Heliópolis, Ciudad Jardín o del Porvenir, ese que acompaña la cabecera de los enfermos de los hospitales, ya sean los de Fátima o Macarena o las cunitas de los recien nacidos en el Sagrado Corazón o Virgen del Rocío, a ese al que le cantaba aquella saeta de Vallejo en los años republicanos que no recibió el Señor el calor de las oraciones en la Madrugada...es de muchos más, tantos que posiblemente, pasan los años y los siglos y siempre está, multiplicando cuarenta veces por cuatro los que son, igual que ayer y como lo serán mañana, de su Gran Poder, esos que formaran parte de la nómina de cofradía o de la más extensa nómina de sus devotos, esa que no entiende ni de ideologías ni de políticas , y por supuesto, mucho menos de vanguardias.
1 comentario:
Jose Luis,las vanguardias se quitan leyendo.Eso es lo que le hace falta
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