domingo, 12 de septiembre de 2010

El Dulce Nombre de nuestras vidas.


Tú, siempre Tú, el verbo que conjuga la ilusión de nuestras vidas, el nombre que entronca a generaciones que son prisioneras de tu graciosa belleza, a las que ya se unen esos nuevos eslabones de esa cadena de quienes responden por tu Dulce Nombre.
Tú siempre Tú, el hechizo moreno por el que suspira nuestra existencia, el resplandor de unos ojos a la luz de una candelería cuando viene de vuelta a su barrio un día santo de madrugada, la Gracia que da sentido a nuestras vidas...
Alabado sea tu nombre, por siempre, tu Dulce Nombre, ese con el que despertamos soñando y con el que nos dormimos pensando cada día de nuestra existencia. Siempre la misma jaculatoria tras presignarnos, Dulce Nombre de María, se la salvación mía...
Tú siempre, Tú, nuestra Madre, nuestro consuelo, nuestro amparo, siempre el Dulce Nombre de nuestras vidas, consuelo y alivio de nuestras penas, causa eterna de nuestras alegrías.

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