Aunque el párroco de Omnium Santorum le impuso el nombre de José Manuel, jamás nadie llamó a Curro por ese nombre, y de esa forma, acompañado de aquel apellido familiar, empezó a anunciarse en los carteles hasta que un novillo de Aleas le partió la femoral en Barcelona, cuando parecía que iba a empezar a abrirse camino en el duro mundo de la fiesta.
Contaba Curro que la afición se le fue con aquella cornada y que aunque intentó volver al poco tiempo, vestido de verde y oro en la plaza de Zafra, no reencontró el sitio y acabó, como a el le gustaba contar en aquellos monólogos intensos cargados de emoción, peor que Cagancho en Almagro cuando en los dos novillos de Villamarta que le correspondieron en suerte terminaron volviendo al corral y el terminó escondido tras la tronera del burladero llorando por la ilusión truncada.
La vida da muchas vueltas y Curro acabó de barbero, como a él le gustaba decir, nada de peluquero "que eso es de maricas", aunque muchos preferían que su cabeza y su barba pasaran por las manos de su ayudante que no por las manos de Curro, que podía estar con las manos ocupadas con la tijera y el peine y bien podía dibujar al aire de su conversación un cambio de manos o un quiriquiquí, con el riesgo del cliente de terminar con un trasquilón de más.
Era Curro partidario de toreros que muchas veces veíamos a contraestilo, pues a él le gustaban los toreros de arte, de corte sevillano, sentía especial veneración por los Vázquez, pero valoraba como nadie el esfuerzo de esos toreros castellanos, que tanto le cuetan entrar en Sevilla y así en la barbería atesoraba como oro en paño una foto en un tentadero con Julio Robles.
La otra tarde, cuando caían en la ciudad chuzos de punta, nos llegó la noticia de que Curro , nuestro Juncal particular, se había ido de este mundo, y desde entonces no se nos va de la cabeza aquella sentencia que escuchamos de sus labios hablando de toreros del ayer:
-"Niño, todo pasa en esta vida, fijate que también se muere el mar..."
Hoy Curro recordamos aquella frase de Lorca, tan bella como enigmática, sacada del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, y que a manera de recuerdo permanecerá siempre en nosotros, como aquellas lecciones taurinas inolvidables en aquella barbería o aquellas tertulias interminables en que recordabas torear una vaca bajo la luz de la luna.
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