Avanza Diciembre y con el llegaron los días de la Esperanza, esa esperanza que nos inunda y nos desborda, la Esperanza que nos aguarda siempre, para echarnos ese salvavidas al que aferrarnos cuando nuestra existencia no tiene adonde aferrarse.
A esa mano de la Esperanza nos aferramos tantas veces que en estos días siempre sale a nuestro encuentro ya sea en Castilla o en San Martín, Esperanza olvidadas para algunos pero que engloban como en el caso trianero toda la rotundidad de ser Sagrario en tan redondo nombre.
Esperanzas en la Ronda, cuando siempre viene por Calle Sol y por calle Sol no cabe ,o cuando todo el sol del día más esperado espera a nuestra vecina más hermosa, a los sones de Corpus Christi para cruzar a la ciudad por Puñonrostro... y llenar nuestras vidas de Gratia Plena y Spes Nostra...
Esperanza en Pureza, para imaginar de nuevo al presbiterio de San Jacinto con la Señora de la Arrogancia y volver a soñar con aquel sueño revivido de venticinco años junto a nuestra Esperanza.
Y es también volver a rebuscar, en aquel cajón de mesilla de noche donde como entonces se guarda aquella medalla de la Esperanza Nuestra, esa que prendida del lienzo de rúan de nuestra túnica, y oculta tras aquel escudo antiguo, tanto sabe de aquellas madrugadas junto al Cisquero.
A sus manos nos aferramos siempre, sabedores de que en sus manos estará prendida la Esperanza única de los mortales.
A esa mano de la Esperanza nos aferramos tantas veces que en estos días siempre sale a nuestro encuentro ya sea en Castilla o en San Martín, Esperanza olvidadas para algunos pero que engloban como en el caso trianero toda la rotundidad de ser Sagrario en tan redondo nombre.
Esperanzas en la Ronda, cuando siempre viene por Calle Sol y por calle Sol no cabe ,o cuando todo el sol del día más esperado espera a nuestra vecina más hermosa, a los sones de Corpus Christi para cruzar a la ciudad por Puñonrostro... y llenar nuestras vidas de Gratia Plena y Spes Nostra...
Esperanza en Pureza, para imaginar de nuevo al presbiterio de San Jacinto con la Señora de la Arrogancia y volver a soñar con aquel sueño revivido de venticinco años junto a nuestra Esperanza.
Y es también volver a rebuscar, en aquel cajón de mesilla de noche donde como entonces se guarda aquella medalla de la Esperanza Nuestra, esa que prendida del lienzo de rúan de nuestra túnica, y oculta tras aquel escudo antiguo, tanto sabe de aquellas madrugadas junto al Cisquero.
A sus manos nos aferramos siempre, sabedores de que en sus manos estará prendida la Esperanza única de los mortales.
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