martes, 16 de febrero de 2010

Seises de vísperas



No hay en estas tardes lluviosas de febrero, oh vieja Roma triunfante, ni alfombras de juncia y romero en tus calles, ni colchas ni colgaduras en tus balcones, ni tan siquiera escaparates con bullicio delante, que lo más parecido es la pancarta que anuncia CAPIROTES en la Puerta Carmona y el gentío que en la Alcaicería encarga los primeros machos de cartón como el que está en San Lorenzo manda, nada de rejillas ultramodernas en esta ciudad de las bellas mentiras efímeras, que eviten el suplicio que supone el vestir aquella con la que algún día haremos el postrero viaje de nuestras vidas, pero si tendremos baile de niños seises ante Su Divina Majestad bajo las bóvedas de la montaña hueca de la Catedral.
En estas tardes frías y desapacibles de febrero, nuestro carnaval es distinto, pues todo sabe y piensa en el tiempo que habremos de vivir pasadas unas horas, y hasta el café que tomamos en el Arenal parece tener el regusto de la vainilla del incienso quemado y el aroma azul de la cera baratillera que se consumirá en un rato en la Capilla de la Piedad.
Así despacio, como pasa la vida misma, tomamos café ,mientras esperamos el momento de contemplar el secreto dulzor de la vípera de la víspera, que nos espera frente al altar mayor, en forma de danza en el triduo de desagravio por carnaval.
Y cuando el reloj sobre el monumento de Colón como un suspiro avise de la hora a la Inmaculada de Grosso, las blancas zapatillas de los seises pisaran el frío mármol que en apenas cuarenta días pisaran los pies de otros seises que vienen con aquella que en su palio acompañan aquellos latines: Omnes sitentes venite ad Aquas.
Ya está el Santísimo expuesto, suenan solemnes los ministriles, y bien parecieran los sones de unas coplas de Eslava, y entonces, los seises inician su danza cubiertas las cabezas, plumas en el sombrero, galones rojos y dorados en las casaquillas...
Por los ventanales se escucha la lluvia que incesante cae, mientras se alzan las voces del coro que cantan En las hojas del tiempo, todo sucede despacio, medido, suben a las bovedas las bocanadas de incienso, el almanaque avisa, el tiempo está cumplido, en la Capilla Real se saca el ajuar morado de la Patrona, en unas horas, todo estará ya consumado, mientras los seises bailan para anunciarnos que ya está aquí el tiempo que largamente esperamos. 

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